Vamos a comernos tú y yo el mundo... Vamos a esquivar la soledad...
Quería dedicar esta entrada a dos personas que nunca la van a leer. Pero quizás sea eso lo que las hace tan especiales.
Me acompañan desde que tengo uso de razón. Aunque por caminos diferentes. Sin embargo, un día decidí juntarlas a las dos y me salió un berenjenal tremendo.
Durante un tiempo fuimos inseparables. Luego, un día, todo cambió. Mi vida cambió. Y aunque hace tiempo que estamos volviendo a ser lo que éramos, aún tenemos mucho camino que recorrer juntas. Porque de una me separó y me volvió a unir el destino. Y de la otra nunca me alejé.
Las tres tenemos que volver a ser lo que éramos, pero nos hemos hecho demasiado mayores para ponérnoslo fácil.
Una es pelirroja y la otra es morena. Una tiene el pelo corto y la otra lo tiene largo. Una tiene los ojos verdes, y la otra marrones. Con una hice la comunión y con la otra me hice atea. Una es un año y un día más vieja que yo, y la otra se empeñó en nacer dando la campanada.
Eso sí, ninguna de las dos es excesivamente cariñosa. Pero yo sé que me quieren. Tanto o más de lo que las quiero yo.
Porque sí. Porque me da la gana. Porque no existe nadie como ellas.