domingo, 8 de marzo de 2009

¿Amor verdadero?

Esta es una entrada del bloguero taxista de Ni Libre Ni Ocupado. Ése que me gusta tanto. En esta entrada no estoy muy de acuerdo con él, pero como siempre me hace pensar.

¿Creéis que tiene razón?

Yo, por mi parte, creo que pasarse la vida buscando es de dos tipos de personas: de las que no se conforman con nada (y nunca aprenderán a ser felices) y de las que tienen miedo a conformarse con poco (que tampoco serán nunca felices).

Ahí os dejo si texto, a ver qué os parece.

"No quiero creer en la mujer de mi vida, ni en el amor verdadero. No quiero vivir por y para una misma persona: Ni bienes gananciales, ni panteón familiar.
Soy taxista, tengo ojos, y un espejo retrovisor que me permite diseccionar decenas de rostros cada día, algunos de ellos mágicos, únicos, inimitables. Me enamoro con frecuencia pero nunca de una misma mujer.
Por eso sería incapaz de comprometerme. Dime que has encontrado a la mujer de tu vida y te diré que acabas de tirar la toalla, que apareció la mujer apropiada en el momento justo y que piensas quedarte con ella. Que ya no quieres buscar más, o que no te apetece seguir buscando. Entonces te conformarás con ella y, con el paso del tiempo, cuando desaparezcan las mariposas del estómago, las chispitas en sus ojos o el sudor en las palmas de tus manos, te esforzarás por ensalzar sus virtudes, su encanto, blindarás tu alma con mil cerrojos y le darás la llave a ella. Sólo a ella.
Cuando te comprometes con una mujer y renuncias al resto, una parte de ti muere contigo: La del amor reciente. Las mariposas. La chispa del primer encuentro. La novedad de conocer a alguien en cada cruce de miradas.
Yo soy taxista y mi alma no admite cerrojos, ni llaves, ni dueñas. Y mantengo mis mariposas, mis chispas y mis cruces de miradas como el primer día: Tú hace años que no puedes decir lo mismo".

sábado, 7 de marzo de 2009

Luz propia

No quiero escribir. Estoy tan enfadada con el mundo porque te marcharas de aquí... Me cabreo. Me cabreo y me hundo. Y a veces me descubro a mí misma dándome la vuelta en la cama y apretándome fuerte la cabeza contra la almohada para que las lágrimas no asomen a mis ojos.

No quiero escribir. Hubo un tiempo en el que relatar mis experiencias, mis dudas, mis miedos, era algo tan natural e innato en mí que creía que no podría vivir sin hacerlo. Pero ahora me doy cuenta de que no es cierto. La madurez, la vida, el tiempo o qué se yo se han vuelto en mi contra y me han hecho desear que deje de pensar.

No quiero escribir. Porque cuando escribo solo vienen a mi mente los momentos más tristes que puedo recordar. Porque cada vez que me siento delante de un ordenador tengo que hacer un esfuerzo tremendo para no pensar en ti. En ti y en tu pelo rubio, en tu chaquetón negro, en tus ojos, que podías abrir como platos y que eran fiel reflejo de tus emociones. Buenas y malas. Porque no puedo evitar pensar en tus manos, con el esmalte de unas siempre medio quitado, de color rosa oscuro. En tus abrazos y en los besos que te daba al llegar a casa y al marcharme. En lo feliz que te merecías haber sido.

Por eso no quiero escribir. Porque todo lo que tengo que decir es para ti. Y no creo que por escribirlo aquí vayas a llegar a leerlo...


Siempre se van los que menos lo merecen.
Quizás es porque este mundo es demasiado oscuro para las personas que brillan con luz propia...