jueves, 20 de enero de 2011

Rosalía de Castro - A mi madre 1863

--------------- I ---------------

¡Ay!, cuando los hijos mueren,
rosas tempranas de abril,
de la madre el tierno llanto
vela su eterno dormir.

Ni van solos a la tumba,
¡ay!, que el eterno sufrir
de la madre, sigue al hijo
a las regiones sin fin.

Mas cuando muere una madre,
único amor que hay aquí;
¡ay!, cuando una madre muere,
debiera un hijo morir.

--------------- VIII ---------------

Ya toda luz se oscureció en el cielo,
cubriéronse de luto las estrellas,
y de luto también se cubrió el suelo,
entre risas, gemidos y querellas.

Todo en profunda noche adormecido,
sólo el rumor del huracán se siente
y se parece su áspero silbido
al silbido feroz de una serpiente.

¡Cuán tenebrosa noche se prepara!...
Mas al abrigo de amoroso techo,
grato es pensar que la hórrida tormenta
no ha de agitar la colcha de mi lecho


2 comentarios:

carmen jiménez dijo...

Mi recordada Arcadia: Rescatar de la memoria estos versos de Rosalía de Castro, nos recuerda que el amor de un hijo es tan eterno como el de una madre. Pero he de quedarme con esos últimos versos donde al abrigo de un amoros techo, la tormenta no logre agitar la colcha de nuestro lecho.
Tu sentir me es muy cercano.
Un beso grande.

J.C dijo...

Ha sido leyendo a Carmen que también te estoy leyendo a ti..
Unos versos preciosos.. siempre lo es cuando le escribes a Ella..