Quería mantenerse enfadada, quería seguir alargando aquel juego un poco más.
Pero no pudo hacerlo.
En cuanto él se acercó, su cuerpo se tensó. No pudo apartar la cara, ni sellar sus labios. Notó como el latido de su corazón se aceleraba, y no pudo más que cerrar los ojos y dejarse llevar.
Sólo fue un beso. Fuerte. Pequeño. Distinto.
Cuando sus cuerpos se despegaron el aroma de su piel todavía impregnaba el aire.
Y ella no podía moverse.
Y el motivo del enfado había desaparecido.