Ha sido un puente interesante. Divertido, sencillo, tranquilo y... con olor a viejos tiempos. Como si hubíesemos vuelto a ser los de antes, pero con otro sabor, más maduro, como el de la buena fruta.
A menudo tiendo a pensar que no podemos volver a ser los que éramos (algo que he repetido por aquí hasta la saciedad). Pero estos días han cambiado, en parte, mi visión de las cosas. Nos hemos sentado en el suelo de un tren, después de haber corrido por los pasillos de Atocha. Hemos escalado montañas medievales, y fotografiado a dos "niños" saltando a la comba. Nos hemos sentado en una mesa a cenar, y hemos dormido 6 personas en una misma habitación.
- Pues no habremos hecho y deshecho camas juntas...
- Y con cojines del sofá...
Puede que el tiempo nos haya hecho crecer, madurar, quedarnos en silencio de vez en cuando e, incluso, reirnos menos. O, mejor dicho, reirnos de cosas diferentes. Pero hay algo que el tiempo nunca podrá cambiar. A vosotros. A vosotros tal y como os recuerdo en mi cabeza.
Lo fácil es hacer amigos. Lo difícil es conservarlos. Y a algunos de vosotros os conservo desde hace casi 20 años. Y eso no tiene precio.