viernes, 12 de octubre de 2007

Historia de una vida

"En mi pasado encuentro todo aquello que me hizo feliz. ¿El mundo era mejor? Hubo una época en la que sí. Yo tenía 17 años, y todos los sueños por cumplir...

Cuando llegaba a casa ella estaba conmigo. Me sonreía, me besaba, cuidaba de mí. Y yo entonces, sin darme cuenta, me encerraba en mi santuario, en mi habitación, que no eran más que cuatro paredes llenas de recuerdos e ilusión.

Tenía 17 años. Adoraba a mis amigos. Eran ellos. Exclusivos, únicos. Éramos todos. Éramos uno. Ahora, aunque algunos se han alejado de mi camino, los recuerdo con cariño.

Tenía 17 años y conocí el amor. Llamó a mi puerta cuando menos lo esperaba, cuando ya creía que el amor no estaba hecho para mí. Dulce, cariñoso, sincero y tímido. Mayor, pero un niño. Guapo y atractivo. Soñador. Como yo. Tenía los pies en la tierra. Me hizo volver a soñar, a confiar. Sentí la pasión encadenarme a sus brazos. Sentí el amor en lo más profundo de mi ser. No podía concentrarme en clase, ni verle todo lo que hubiera deseado. Creía que era difícil. Pero lo difícil vino después.

Soñé a su lado, le estreché entre mis brazos y él lo hizo de igual modo siempre que lo necesité. Nunca me falló.

Pasó el tiempo y yo crecía. Dos años, y la Universidad. Un mundo diferente se abrió ante nuestros ojos. Éramos adultos. Al menos, yo empezaba a serlo.

Lloré. Temí la muerte y lloré. Y él me acompañó. Todo fue un mal sueño que, meses después, se hizo triste realidad. El dolor y las lágrimas acudieron a mi alma, a mi llamada. La piedad, la justicia... Apelé a ellas, pero el Tribunal de la Muerte dictó sentencia. Y la perdí. La noche de un miércoles hace casi 2 años. Se fue. Prácticamente, entre mis brazos. Y yo entre los suyos.

Y todo cambió. Dejaron de existir mi casa y mi santuario. Se murieron con ella. Y con ella, mi antigua vida. Me mudé. Me llevé mis recuerdos envueltos en cajas a un nuevo lugar que debía aprender a llamar hogar. Pero que nunca llegaría a serlo en verdad.

Y crecí. Más que por fuera, por dentro. Tuve que madurar de golpe a fuerza de palos. Como siempre había hecho.

Se acabó la felicidad. No creo que nunca me vuelva a buscar. Los problemas adolescentes dejaron de existir. Llegó la realidad.

Volvió a pasar el tiempo. Volvió a cambiar mi mundo. Llegó el último año de carrera, y el futuro se empezó a cernir sobre mis hombros. Tenía miedo. Un porvenir incierto, a medio camino entre los estudios y el trabajo. ¿Qué iba a hacer ahora? Demasiado mayor para esconderme bajo las sábanas. Demasiado pequeña para aprender de la nada.

Y tenía 21 años y llegó el mañana. Y tenía 21 años y me dormía arropada. Y reía y cantaba y saltaba y bailaba y lloraba y temía y soñaba y crecía y besaba y abrazaba y acariciaba y gritaba. Y tenía 21 años, y un libro en blanco que rellenar con mi historia".


Basado en un escrito del 17 de abril de 2006

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